sábado, 13 de septiembre de 2008

A M O R

El amor es una tendencia biológica hacia la simbiosis, o colaboración con otros seres vivos, dentro de la cual el acto de unión sexual es un caso particular.

Se ha dicho tanto sobre el amor y se ha definido de tantas maneras posibles…

En el tratado de amor cortés escrito hacia 1175 por Andreas, capellán de la condesa María de Champagne (hija de la famosa Leonor de Aquitania, que llevó el amor cortés y los trovadores desde el sur hasta el norte de Francia y el resto de Europa) el autor da una definición inesperadamente realista y pesimista del amor: “El amor es un cierto sufrimiento interno derivado de la contemplación y excesiva meditación sobre la belleza del sexo opuesto” Luego prosigue: “Este sufrimiento es autoinducido y se demuestra porque no proviene de una acción, sino solamente de la reflexión mental. El sufrimiento interior viene de ver y pensar”. O sea que, el amor es atracción hacia otra persona más el pensamiento obsesivo sobre ella.

Sobre el amor ya se teorizó en el año 1000 en Córdoba y en el año 0 en Roma por Ovidio, quien como todos los paganos, se tomó el amor como algo más divertido, físico y lúdico, sin la obsesión mental que le atribuyeron los poetas andaluces y consagraron los trovadores provenzales. La lista sigue hasta Stendhal, rectificado por Ortega y Eric Fromm.

Hasta el siglo XVIII, el matrimonio era para el patrimonio y el amor para divertirse. Después, ese invento cultural anglo-alemán que llamamos romanticismo complicó mucho la diversión porque se empeñaron en hacer coincidir amor y matrimonio (Uh… cagada?). Eso, como explicó muy bien el suizo Denis de Rougemont, es pedir demasiado, aunque por otro lado ha dado para un siglo de novelas –desde Werther y el Rojo y el Negro hasta Madame Bovary o Ana Karenina- y otro siglo de películas de Hollywood, por no hablar de los infinitos culebrones a media tarde.

Las civilizadas francesas del siglo XVIII tenían marido, amante y chevalier servant, el marido para el chec, el amante para el choc y el chevalier para el chic (Toma ya!!). Ahora bien, si pretendemos concentrar todas estas responsabilidades en una sola persona parece ser que la cosa puede acabar mal y es pedir demasiado al otro y a uno mismo, lo cual no quiere decir que no haya que casarse, sino no confundir matrimonio con amor.

Hasta ahora, la mejor definición de amor que he encontrado, tal y como los humanistas y Fromm recomiendan es ésta: “El amor es una irradiación benevolente hacia el otro, deseando que sea como le gusta ser, que se abra como una flor, sin nosotros cambiar su perfume ni color, aceptarlo tal y como es, respeto, colaboración y aceptación de lo que haga. Amar es estar totalmente colgado y, simultáneamente, no dependiente, lo cual es una contradicción y por eso es tan difícil saber amar… Porque, si no estás colgado, no amas!! Pero si lo estás, te obsesionas y sufres. Además, hay que estar a la vez absolutamente absorto en el otro, y despegado lo bastante para dejarle hacer lo que ella o él desee”

Parece que todos nuestros intentos de amar están condenados al fracaso a menos que desarrollemos toda nuestra personalidad e individualidad pero, por otro lado, la satisfacción en el amor individual no puede lograrse sin la capacidad de amar al prójimo y sentirse unida a alguien, parte de alguien. El amor requiere esfuerzo y hoy en día el problema para la mayoría de gente en relación al amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en la propia capacidad de amar. La gente cree que amar es sencillo y que lo difícil es encontrar a un objeto apropiado para amar.

Fácil es enamorarse, difícil es permanecer enamorado. Muchas personas confunden la intensidad inicial del apasionamiento cuando en muchos casos muestra tan sólo el grado de su soledad anterior. No es fácil amar, no.

Probablemente la concepción del amor difundida por los románticos anglo-alemanes es una pretensión excesiva para las posibilidades reales humanas y esa alta meta provoca ansiedad, angustia, desesperación. Quizá no estaría mal volver a los sensatos planteamientos del siglo XVIII o a las desinhibidas diversiones del trópico, y dejar el amor romántico para Teresa de Calcuta, que están en una fase superior de altruismo humano. Pero una es como es… Romántica perdida.


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