miércoles, 16 de enero de 2013

EL TRIUNFO DE LOS MEDIOCRES

Quizás ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.

Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado  natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.

Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional. Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.

Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.

Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.

(Extraído de Internet)

miércoles, 2 de enero de 2013

SEA EGOÍSTA: HABLE BIEN DE SUS ENEMIGOS

Hoy quiero postear un artículo que leí hace bastantes años y me encantó, trata sobre la tiranía al exigir y el autoritarismo en contraposición al reconocimiento, la motivación y la gratitud. También muestra la importancia de una buena higiene mental para vivir de una manera más sana y feliz. He tenido la suerte de encontrar el artículo así que lo comparto con todos vosotros.

BENJAMIN ZANDER, DIRECTOR DE LA FILARMÓNICA DE BOSTON
"Sea egoísta: hable bien de sus enemigos"


Tengo 66 años y... ¿Retirarme? ¡Dios mío, pero si estoy de vacaciones toda mi vida: hace ya 30 años que dirijo la Filarmónica de Boston! Nací en Inglaterra. Mi mujer y yo vivimos juntos separados. Soy un agnóstico renacido al agnosticismo y lleno de fe en las personas. La derecha da caridad, la izquierda da solidaridad, y yo soy solidario

LLUÍS AMIGUET - 23/05/2005

-Tengo un amigo que se ha gastado una fortuna en clases de violín para su hijo, y el chaval pasa.

-¿De verdad quiere que su hijo toque el violín?

-Le hace muchísima ilusión.

-Pues que le pague un dinerito por aprender: unos dólares por hora de clase.

-¿Eso es todo su consejo? ¿Unas pesetillas?

-¿Quiere que ese niño toque el violín más allá de ese dinerito?

-Sí.

-¿Quiere que sea un violinista que haga vivir cosas nuevas a millones de personas?

-¡Sí!

-Entonces pídale que toque un poquito para usted y concéntrese en lo mejor de su interpretación: entorne los ojos al escucharle, emociónese con ese violín de su hijo y después exprésele lo mucho que le ha conmovido y, si lo ama de verdad, llore.

-¿Es que no recuerda usted cómo suena un violín mal tocado?

-¿Cuando un niño se echa el primer pedito no lo celebran sus padres con aplausos?

-También es una interpretación.

-¡Y se emocionan! ¡Hasta puede que derramen una lágrima! ¡Y es caca! ¡Pero también es amor! Sólo le pido que celebre el esfuerzo de su hijo. No le ponga usted primero un cero y después le exija un sobresaliente.

-¿No hay que exigir más a los que quieres?

-En la vida, debes poner primero la buena nota a los tuyos y luego pedirles más, pero sólo después de reconocerles todo lo que han sido capaces de lograr, debes animarles a que lo hagan mejor. Tal vez no le ha dicho usted nunca a su hijo qué bien juega a fútbol o qué bien canta o lo simpático que es o tal vez hace mucho que no se lo dice. Y tal vez por eso el chaval se niega a tocar el violín.

-Yo creía en la exigencia.

-Mire, yo llevo 30 años dirigiendo la Filarmónica de Boston.

-Lo sé: nadie dirige Mahler como usted.

-Algo he aprendido, pero me equivoqué muchísimo durante mucho tiempo, porque exigía a mis músicos antes de premiarles: les pegaba gritos y broncas en público.Yo estaba convencido de que así dirigía la orquesta...

-¿No se trata de eso, de dirigir?

-¡Cuánto me equivocaba! No es el director el que hace la música: son los músicos. Yo creía en la jerarquía y en el que manda y el que obedece, porque el que manda es mejor y sabe lo que le conviene al de abajo.Y no es así. Así vas al desastre.

-¿Qué es dirigir entonces?

-Dirigir es ayudar a otros, que no son peores que tú sino que son como tú, a que descubran y aprovechen la posibilidad de ser mejores contigo...

-Tomo nota.

-... Y ellos, entonces, te dan la posibilidad a ti de ser un gran director. No se trata de que tú seas buenísimo y que ilumines a los demás y les guíes por el camino de la perfección. Se trata de descubrir juntos cómo podemos ser mejores. Tú debes descubrirles su fuerza.

-Suena bien, pero ¿cómo se consigue?

-Tienes que conocer a tus músicos, tienes que conocer a tu equipo, te tiene que interesar cada una de esas personas y entonces sabrás cómo pueden mejorar cada nota, cuáles son sus teclas.

-¿Y usted cómo lo hace?

-Soy uno de los pocos directores de orquesta que ensayan después de la representación.

-Hombre, tampoco hay que abusar.

-Es el momento. El público abandona la sala, y yo les digo a mis músicos todo lo que me ha gustado de su interpretación. Les agradezco la pasión, la vitalidad, la precisión, la expresión... Y... ¡Fíjese en esa "y"!

-¿Por qué?

-¡He dicho "y" y no he dicho "pero". Les he dicho a mis músicos: "Chicos: ¡muy bien, y además podemos mejorarlo!. No les he dicho a mis músicos con suficiencia: "No está mal, pero habéis fallado en...".

-Son matices.

-Es higiene mental, como la física, imprescindible para que los demás te aprecien. Gracias a ella, logré superar la crisis de mi vida.

-¿Un bloqueo creativo?

-Vital. La mujer que amaba y yo nos separamos. Normalmente en los divorcios, cada uno habla mal del otro, y los amigos se dividen entre los dos bandos jaleando los insultos hasta que te hacen exclamar: "¡Qué suerte que te has librado de ese o esa impresentable!".

-Todos hemos pasado por algo así.

-Así construyes confianza negativa: te sientes mejor denigrando a tu ex, pero sólo de momento, porque al lanzar basura sobre alguien que has amado y tal vez te amó te degradas. Esa basura mental te ensucia a ti.

-¿Acaso usted hablaba bien de su ex?

-Por mi propio bienestar jamás la critiqué, ni ella a mí: nos dijimos que siempre seríamos importantes el uno para el otro y seguimos siéndolo. Rose y yo aún disfrutamos de las mejores y más sinceras conversaciones de nuestras vidas. Somos casi vecinos.

-Me alegro por usted.

-Las posibilidades que tenemos de hacer el bien son infinitas. ¡Qué inmenso poder! Y repercute enseguida en nosotros. No se trata de ser muy bueno, sino de no ser muy tonto.

-¿No habla usted mal de nadie?

-Soy egoísta, por eso para sentirme bien nunca hablo mal ni de mis enemigos. Es síntoma de debilidad reunirse para criticar a los ausentes: también es cortedad mental, porque degrada a los propios difamadores.

-¡Dios mío! ¡Va a acabar usted con la mitad de la programación televisiva de este país!

-Concéntrese en decir las cosas buenas de los demás y dígaselas.

-A veces no puedes mentir.

-Dígaselas y serán verdad. 


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