Hay auténticos asesinos en la carretera, gente indeseable que se cree inmortal, estúpidos cretinos que juegan con la vida de los demás (porque si es con la suya, poco me importa) que conducen bebidos y destrozan vidas ajenas con su detestable negligencia. Lo peor, en muchos accidentes de tráfico, como afirma Jacqueline Saburido, no es morir.
Hace ya como seis años un cabronazo atropelló a mi madre en la acera y le destrozó parte de su vida. Por suerte sobrevivió y por suerte no le amputaron las piernas. Por supuesto que podría haber sido peor, siempre puede ser peor, claro. Pero hay un antes y un después. Y a esa gentuza, no la perdono. No me da la gana.
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