En mi treinta cumpleaños, ha fallecido mi abuela…
Gracias por dar a luz un ángel, mi madre. Gracias por permitir ese milagro. Has sido toda una luchadora, una mujer valiente, pero la muerte ya te venció. Aquí siempre te recordaremos. Yo recordaré los largos veranos que he pasado en tu casa, esos roscos de baño artesanos que comprabas, esas migas, esos papajotes tan deliciosos que nos cocinabas, tu insistencia en repetirme que era de mala educación estirarse mientras se comía y peor cantar, tu pericia matando moscas, tu vocabulario particular al llamar jeroglífico al frigorífico o sendía a la sandía y aquel día en que olvidaste ponerte bragas y mi madre, mi tía y yo nos dimos cuenta al estar tú con las piernas de par en par abiertas, tu coquetería y tu dejadez a la vez, la calidez de tu hogar, esa casa que construyó el abuelo con mucho esfuerzo y sus propias manos, tu testarudez en no querer ponerte la dentadura postiza, en fin… Muchísimas cosas. Descansa en paz, querida abuela.
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