Parece increíble que en el mundo en el que vivimos hasta un simple pistacho pueda ser culpable de conflictos. Resulta que Irán es el mayor productor mundial de pistachos y se da la casualidad que una de las costumbres favoritas de los israelitas es comer pistachos mientras ven la televisión (Israel es un país adicto al pistacho).
Los Estados Unidos de América le han echado en cara a Israel que consuma los pistachos de Irán y no los de California (que por cierto, son de peor calidad). Por otro lado, también se quejan de que este comercio de pistachos supone a Irán una importante suma de dinero que sirve para financiar su programa nuclear. Del pistacho al uranio.
Supuestamente existe un embargo comercial pero Irán e Israel se lo saltan a la torera. Es casi cómico que Irán esté cediendo a Israel por este fruto seco sonriente. Turquía hace de intermediario ya que importa los pistachos de Irán y después los exporta a Israel. Este "contrabando de pistachos" no hace ni pizca de gracia a los yankis, así se lo hicieron saber en su día al ministro de Agricultura israelí.
Los políticos israelitas, para defenderse de estas acusaciones, afirman que los pistachos que importan son de Turquía, que tiene excedente de estos frutos secos. Lo que está claro es que no van a renunciar a uno de sus mayores placeres gastronómicos, aunque este hecho haga peligrar levemente las relaciones entre el estado hebreo y EE.UU.